Los problemas del Paraguay

Los problemas del Paraguay

Por Roberto Izurieta
Catedrático de la George Washington University.
Analista de la CNN.
La mejor manera de entender y solucionar cualquier crisis es reconocer que cada problema es en general una manifestación de otros problemas más profundos.

El Paraguay es un país que duele porque teniendo casi todo para prosperar, está muy detrás de sus vecinos en casi todos los niveles de progresos. ¿Por qué? En mi opinión el Paraguay no progresa porque tiene un sistema político que es arcaico que no ha funcionado en más de 70 años.

El Paraguay es en realidad el único gobierno parlamentario de América, y los sistemas parlamentarios otorgan casi todo el poder político a los partidos políticos. Si estos son modernos (como la mayoría de los partidos europeos), el sistema político funciona. Si estos son arcaicos, clientelares y cortoplacistas, el país no avanza. Ese es el caso del Paraguay.

Cuando Horacio Cartes asumió el poder nombró un gobierno tecnocrático. Esa fue la gran sorpresa y novedad. En tal sentido, ha sido más eficiente que sus antecesores en muchas de las variables que podríamos medir: recaudación tributaria, infraestructura, combate a la pobreza, estabilidad y progreso macroeconómico, vivienda y otros.

Si bien la mayoría de su gabinete era afiliado al Partido Colorado (como la enorme mayoría de los paraguayos), no eran militantes. Esto es muy importante porque al no ser militantes, no eran el resultado de una maquinaria clientelar que debían mantener: eran técnicos nombrados por sus méritos profesionales y se los evaluaría por sus resultados mas no por la base política que podían construir, mantener y crecer.

Ahí se produce la primera crisis que no tuvo manifestación: los sectores clientelares del partido reclamaban sus espacios burocráticos de poder. Algo se les dio, pero para la mayoría, eso no era suficiente. Ellos tenían razón, no era suficiente; era un cambio en la ecuación política. Los partidos clientelares necesitan subir al poder y para alimentar y crecer ese aparato político. Por eso se produce la disidencia del Partido Colorado.

La gran desilusión del Partido Liberal Radical Auténtico –PLRA– cuando finalmente llegó al poder fue que desilusionó la expectativa que podrían dar vuelta a este gran cáncer del Paraguay. Fueron iguales y peores. Y peores en resultados. Otra característica de los partidos clientelares y arcaicos es que sus líderes les cierran el paso a nuevas generaciones. Por eso (y por pugna de poderes per se) existe la disidencia liberal.

Los sectores políticos tradicionales y clientelares necesitan aliados. Además del Estado, ¿quién tiene los recursos para mantenerlos en el poder?: lastimosamente ciertos miembros del sector privado que quieren seguir viviendo también de sus prebendas y privilegios.

¿Cuáles? principalmente la complicidad del Estado que les permita no pagar impuestos (a pesar de ser los más bajos de América), el que la economía no se abra a la competencia, mantener sus medios de comunicación y presionar para que sus intereses económicos cortoplacistas prevalezcan.

Esta horrible alianza de complicidades se manifiesta en la crisis actual. Se manifiesta una realineación de fuerzas: los dos grandes partidos divididos en dos y aliados entre sus partes con la complicidad y participación de grandes empresarios que han dominado la escena política del Paraguay.

El fenómeno de Lugo fue particular: tenía un aura popular. Sin duda Lugo fue el resultado del cansancio de la población contra los partidos tradicionales; pero al igual que el PLRA una vez en el poder, desilusionó por su gran incapacidad al gobernar y por un discurso tan retrógrado como el de los partidos tradicionales, pero de izquierda (porque hay retrógrados de derecha y de izquierda). Otra gran desilusión para el Paraguay.

¿Cómo van a resolver los paraguayos esta crisis? La mayoría se distraerá en una discusión legalista y de análisis político que no responde al problema de fondo. Para mí, no hay muchas opciones para resolver esta crisis: (a) en las calles (generalmente con violencia), (b) en el Congreso o (c) en las Cortes.

La propuesta y la oportunidad del diálogo merecía al menos una oportunidad; pero son los que abandonaron la mesa en la primera reunión (o aún antes de ella) los que más intransigencia han demostrado. Solo quedan las otras tres opciones. Ojalá no sea en la calle y que sea en el Congreso o las Cortes.

Toda crisis es una oportunidad, y la oportunidad del Paraguay es resolver ahora lo de fondo que debe cambiar para que el país progrese: una verdadera reforma política que disminuya el poder de los partidos políticos tradicionales; que se combata la evasión tributaria; que se abra la economía; que se modernicen las leyes para obras como el Metrobus, no se tarde 15 años en discusión y cinco en ejecución. Todo eso depende de los paraguayos, que esta sea su oportunidad.