Presente y futuro de América Latina

Miguel C. Maxwell
[email protected]
La dinámica económica de Latinoamérica se en­cuentra negativamente afectada por estos días por la combinación de tres factores principales:
1. La desaceleración del crecimiento económico en China.
2. La expectativa de suba de la tasa de interés en EEUU.
3. La volatilidad/inesta­bilidad financiera inter­nacional (en parte, gene­rada como consecuencia de los factores 1 y 2).
Dichos factores han ge­nerado un cóctel nocivo para la región, toda vez que provocaron caídas en el precio internacio­nal de los commodities y reducción de los flujos de comercio globales, apre­ciación del dólar con res­pecto a las monedas más importantes del mundo, reducción de los flujos de inversión hacia Lati­noamérica e incremento de los niveles de riesgo soberano.
En este marco, no debe­ría sorprendernos que la situación económica de la mayoría de los países de América Latina no sea hoy la que era hace sólo un par de años atrás. En efecto, en casi todos los casos, actualmente se enfrenta un panora­ma caracterizado por un menor crecimiento eco­nómico y, simultánea­mente, mayores niveles de inflación. Esto último resulta particularmente cierto en los países más grandes de la región. En las economías más pequeñas, la desacele­ración económica y el incremento del ritmo de expansión de los precios internos ha sido, al me­nos hasta el momento, mucho más moderada.
LO POSITIVO
La buena noticia es que Latinoamérica hoy se encuentra mucho mejor preparada para enfren­tar estos shocks externos de lo que lo estaba en el pasado, lo que tiende a minimizar significativa­mente las probabilidades de que el cambio en el contexto internacional termine generando una crisis en la región (como las que solían producirse un par de décadas atrás).
La posición de reservas internacionales es sóli­da y los niveles de deuda pública resultan, en ge­neral, relativamente ba­jos. Contar con reservas internacionales le da a la mayoría de los países de la región amplios márge­nes de maniobra para en­frentar la menor disponi­bilidad de financiamiento internacional, al tiempo que los bajos niveles de endeudamiento permiten utilizar la herramienta fiscal (reduciendo los su­perávits o aumentando el déficit) para sostener/acelerar el crecimiento económico, sin por ello gatillar situaciones de incertidumbre respecto a la capacidad para cumplir con los vencimientos de deuda pública.
También en términos sociales los márgenes son actualmente más amplios de los que existían en el pasado. En efecto, luego de la fuerte mejora de las condiciones que se pro­dujeron entre 2003 y 2012 (caracterizadas princi­palmente a través de la reducción de los niveles de pobreza e indigencia), las posibilidades de que, producto de una situación económica más desafian­te, se produzcan situacio­nes de fuerte y generali­zada instabilidad social son relativamente bajas.
Respecto al futuro, la mala noticia es que nin­guno de los factores que generaron este nuevo escenario económico en Latinoamérica se va a re­vertir en el corto plazo.
El precio de los commo­dities va a seguir relati­vamente bajo, el dólar va a continuar alto respecto a las principales monedas del mundo y la volatili­dad/inestabilidad finan­ciera global va a tender a persistir.
Por lo anterior, es difícil pensar que la situación económica en Latino­américa pueda mejorar fuerte en el corto plazo. Sin embargo, ello no im­plica que debamos que­darnos de brazos cruza­dos.
Todo lo contrario. La gran tarea que la mayoría de los países latinoame­ricanos tiene por delante es la de diseñar e imple­mentar una estrategia de crecimiento económico que no se sustente princi­palmente en la dinámica de las variables inter­nacionales, y que por el contrario se base en una mejora sistémica de los actuales niveles de pro­ductividad.
REFORMAS
El problema es que, en materia de productivi­dad, América Latina sigue atrasada. Por eso, la tarea de diseñar e implementar una estrategia que tenga como eje central la puesta en marcha de las reformas estructurales necesarias para elevar los actuales niveles de productividad (y, por ende, de competiti­vidad) debería ser por es­tos días una de las princi­pales prioridades de todos y cada uno de los países que conforman la región. 5DIAS