Horacio, el demoño rojo

General Horacio, ndeko cigarrero, corazón de acero de mi Paraguay/ Saliste de Tuyukua con los bolsillos llenos y ganas de mandar.
De repente se te ocurrió ser presidente, aunque nunca te animaste ni a votar/ Te hiciste colorado y a puro pechazo los kolo’o te hicieron ruvicha.
Defendiste la honestidad, advertiste a los tembiguái, pero llega la elección y sos un seccionalero más/ Ayayay, General, parece que te gusta ser un presidente kachiãi, igual que tu admirado lekaja.
General Horacio, ndéko cigarrero, corazón de acero de mi Paraguay/ Cada vez que habla se te nota la hilacha, y uno empieza a temblar.
Espero que no se haga costumbre eso de menospreciar a los que te osan contrariar/ Porque para tiranos, ya tuvimos mucho con el loco ese, terrible carcamán.
Ese mismo que también vino como supuesta solución para nuestro javorái/ Pero que ni bien pudo mandó a matar, llenando de sangre las manos de milicos y chavoláis.
General Horacio, ndéko cigarrero, corazón de acero de mi Paraguay/ Te llena de orgullo tu coloradismo casi sin estrenar y el resto es para vos puro jagua ry’ai.
Acordate que tenés que gobernar para todos y no para algunos nomás/ Pensá en lo que le pasó a Froilán: el pueblo puede estallar.
No es una amenaza ni una advertencia, es solo la pura realidad/ Cuando la gente se cansa todo puede pasar, y olvidate de la lealtad.
General Horacio, ndéko cigarrero, corazón de acero de mi Paraguay/ Cada tanto te acusan de contrabandear, infelices, jamás, decís, es todo blablá.
Te critican en Brasil, Colombia, Panamá y otro poco en Uruguay/ A todos les decís: “No es mi culpa que ellos quieran fumar puchos truchos sin tributar”.
Eso es lo bueno de ser presidente: limpia la imagen, te hace parecer decente/ Pero hay poca gente que te dice de frente: “No hay alegría que dure por siempre”.
General Horacio, ndéko cigarrero, corazón de acero de mi Paraguay/ Te gusta la mesa, el escocés y el caviar y soñás con gobernar varios años más.
No hay nada de malo de libar ni desear un periodo más/ Si no se abusa está todo bien, me entendés ¿verdad?
Nadie es reelegido por los diarios que tiene, sino porque es eficiente y el pueblo lo asiente/ No compres medios solo para defenderte, pensá en la gente, ofrecele algo decente.
General Horacio, ndéko cigarrero, corazón de acero de mi Paraguay/ Acabo esta polca contumaz, dándote un consejo gratis y veraz.
Si querés al Paraguay, sé honesto, trabajá/ No seas rapaz, ni un tiranozuelo vulgar/ Tatatán. UH