Números que lastiman
Nueve personas perdieron la vida por electrocuciones en estos días. El denominador común en los casos constituye la inundación, que obliga a ciudadanos a exponerse a precarias instalaciones eléctricas.
Lo más triste es que nuevos casos se suman a la desgarradora cifra casi cada día.
Es duro incluso escribirlo, pero en honor a la verdad, nos vemos obligados a lanzar esta triste afirmación: los paraguayos damnificados continúan muriendo a consecuencia electrocuciones y la causa primaria de todo es la inundación.
Conforme transcurren los días, esta desgarradora estadística va en aumento. Si bien las circunstancias son muy parecidas, es imposible tomar cada caso como uno más, porque cada muerte genera un dolor inmenso a una familia.
Hasta la fecha, ya son nueve las personas que perdieron la vida tras sufrir descargas eléctricas. Unas trataban de rescatar sus pertenencias del inmisericorde avance de las aguas, otras, como los tres funcionarios de la ANDE, intentaban reponer el suministro energético a las comunidades. Pero todas generan la misma impotencia al pensar que, si no fuera por la inundación, estos compatriotas aún podrían estar aquí. Eran muertes completamente evitables.
UNA VÍCTIMA MÁS
Tan solo en la tarde de ayer, domingo 10 de enero, otra joven falleció en Cerrito del Bañado Norte, dejando a una niña huérfana. Su nombre era Luján Peña y tenía 22 años. Según contó a ABC Color Johana Cantero, una vecina de la zona, Luján estaba dentro de su casa de madera terciada revisando un enchufe que aparentemente estaba mal conectado, cuando recibió la mortal descarga eléctrica. Lo más rápido que pudieron, sus vecinos la llevaron hasta la clínica Nanawa del IPS, pero, lamentablemente, ya nada se pudo hacer. Pese a los intentos de reanimación, Luján se había ido.
DESGARRADORA LISTA
La terrible ola de muertes por electrocución inició el pasado 15 de diciembre en el barrio Santa Ana del Bañado Sur, cuando el adolescente Joel Francisco Torres, de 14 años, se dispuso a nadar para cruzar un sector inundado de su barrio, en las calles 40 Proyectada y México. El joven estaba a punto de llegar al otro lado de la calle, cuando un cable electrificado suelto que hacía contacto con el agua lo alcanzó. En ese momento, se produjo la descarga que culminó con una vida que apenas comenzaba.
El 26 de diciembre, el futbolista de futsal, Ismael Espinoza Cantero, quien se había mudado a vivir a un refugio dejando su casa, recibió una llamada telefónica donde sus vecinos le alertaban que estaban ingresando ladrones a su propiedad. Lo más rápido que pudo, tomó una canoa y, acompañado por su mujer, fue hasta la zona conocida como Varadero del barrio Sajonia, a salvar sus cosas. Ismael llegó hasta el sitio sin inconvenientes, pero, cuando intentó bajar del bote, tocó un objeto electrificado, presuntamente una chapa, que lo tumbó. La causa del fallecimiento fue shock hipovolémico por electrocución.
Ese mismo día, Juan Bautista Pereira (42), electricista de profesión, estaba realizando algunas instalaciones eléctricas en la planta alta de su casa, ubicada en el Bañado Tacumbú. Pese a que la planta baja de su vivienda estaba completamente inundada y muchos de sus vecinos se mudaron, él quiso quedarse. Como necesitaban de la energía eléctrica, estaba trabajando en reponerla, pero, la peligrosidad de manipular electricidad estando en una zona rodeada de agua le costó un alto precio. Una fuerte descarga eléctrica lo lanzó con fuerza hacia el agua. Aunque sus vecinos lo auxiliaron, ya era demasiado tarde.
El 5 de enero, el niño Gabriel Ríos, de 10 años, deseaba recuperar algún objeto que dejó en su casa inundada en el Bañado Sur (34 Proyectada y Rojas Silva), por lo que decidió volver y buscarlo, completamente solo. Quizá era un juguete, o algún libro de la escuela. Tenía miedo de que lo robaran, pues los lugareños andaban diciendo que muchos ladrones ingresaban a las casas a rapiñar. Lo cierto es que, en una mezcla de inocencia y descuido, Gabriel caminó hasta su casa, con el agua cubriéndole la mitad del cuerpo. Después de mojarse y hacer bastante esfuerzo, por fin estaba por llegar al interior de su casa. Tal vez para lograr impulso, se apoyó en una chapa de metal, sin saber que esta hacía contacto con un cable. No hubo tiempo de huir. La fuerte descarga lo arrojó a la distancia.
Es casi insoportable mirar el video que fue captado por un vecino de la zona, en donde se observa a un policía retirar el cuerpo del niño atándolo a una canoa y llevándolo a rastras por las calles inundadas, en medio del grito desesperado de sus vecinos, que no podían creer lo que estaban presenciando.
Miércoles 6 de enero, día de los Reyes Magos. Antonella tenía apenas 23 años; joven y sin hijos, no le estaba resultando tan complicado vivir en el refugio Muburicaó, luego de que su casa, de Tablada, fue tomada por las aguas. Hace un mes, cuando se mudó al refugio, tuvo que elegir lo que iba a llevar de su casa antes de huir, ya que con la situación, era imposible mudarse con todo. Entre los electrodomésticos que decidió llevar, se encontraba su lavarropas. Para ella era fundamental, pues debía tener lista su vestimenta de trabajo. Justamente esa mañana, Antonella estaba lavando sus prendas. Sin querer, dejó caer el enchufe dentro de la lavadora. Pensó que podía pasar nada grave si lo secaba con su ropa antes de volver a enchufarlo. Así lo hizo y, al momento de introducir el enchufe en el tomacorriente, sufrió la descarga que la mató en el acto.
La tía de la joven reveló que la conexión eléctrica que tenían era clandestina. Contó que un hombre, cuyo nombre desconoce, estaba cobrando G. 25.000 a cada vivienda por “bajar la luz”, de la ANDE.
Este trágico accidente provocó el cuestionamiento de la ciudadanía. Muchos son los que piden que los electricistas que realizan estas conexiones ilegales sean procesados, pues, más allá de la irresponsabilidad, el riesgo al que someten a los ciudadanos al instalar precarias instalaciones eléctricas está derivando en muertes que se podían evitar.
MURIERON TRABAJANDO
Los fatales accidentes de los funcionarios de la ANDE, que perdieron la vida en medio de intentos por reponer el suministro energético, son un capítulo aparte en esta trágica serie, por las circunstancias mismas en que se produjeron.
El 15 de diciembre, en la ciudad de Ybytimí, Rubén Brítez, técnico de la Regional de la ANDE en Paraguarí, trataba de reconectar el servicio, cuando la escalera en la que estaba sostenido se resbaló y el funcionario cayó encima de un cable de alta tensión. Su familia demanda una indemnización.
El 27 de diciembre, en Ñacutí, San Patricio, departamento de Misiones, el técnico Claro Alcibiades Galeano, también funcionario de la oficina Regional de la ANDE, se trasladó en su motocicleta para intentar solucionar un problema en un tendido eléctrico ubicado a 25 kilómetros de la ruta 1.
Acababa de escampar luego de una intensa lluvia, la gente reclamaba el corte y él quería hacer las reparaciones rápidamente. Mientras trabajaba, una fuerte descarga de 23 kilovatios segó su vida. Los familiares también exigen una exhaustiva investigación, ya que no creen que pudo haber negligencia en el procedimiento del trabajo que le enviaron a hacer a Claro.
El electricista de la ANDE Joel Medina sobrevivió 8 días luego de una descarga eléctrica que recibió el 20 de diciembre en Trinidad, Itapúa, cuando reparaba el servicio eléctrico después de los estragos que dejó la tormenta. El 28 de diciembre, su organismo ya no respondió y falleció en el Hospital Central de IPS.
Prácticamente en todas las culturas del mundo, el agua suele ser símbolo de purificación, de calma, de limpieza. El fenómeno que está ocurriendo en nuestro país nos demuestra que este elemento de la naturaleza, si está descontrolado, puede causar mucha destrucción material, pero, lo más triste de todo, pérdidas humanas irreparables que dejan sufriendo a numerosas familias.