Elecciones de Paraguay: Guerra sucia, valores y tambores de guerra

Por AUGUSTO DOS SANTOS
Periodista
Sucedió en la última campaña resonante del mundo: Las elecciones en Francia, cuando varios medios, esencialmente rusos, empezaron a instalar una supuesta relación gay de Emmanuel Macron. Tras desmentirlo en tono de humor, el actual Presidente siguió creciendo hasta lograr el triunfo.

La semana pasada el flamante candidato del oficialismo Colorado para la Presidencia 2018/23, Santiago Peña, soportó la primera carga de bombardeo. Uno asumido desde la oposición: el ataque del propio rival Mario Abdo al contraponer a unas declaraciones de Peña sobre su amplitud para debatir la diversidad sexual. Hacia fines de la semana –y en la medida en que Peña empezaba a ocupar todo el espacio público en medios– se despachó lo que podría llamarse propiamente la primera gestión de guerra sucia de la campaña interna colorada: la aparición de una indeterminada voz, que relataba una supuesta relación gay del candidato en el pasado.

Esta estrategia no tuvo repercusión, siquiera en los medios que demuestran abierta oposición a Horacio Cartes. Es que los ataques personales no tuvieron un efecto muy contundente en toda la historia de las elecciones para candidatos a Presidente en la historia del Paraguay.

No debe olvidarse que uno de los políticos más poderosos de la transición, Luis María Argaña, se encargó de mencionar en cada discurso que Juan Carlos Wasmosy era un “mbatara” (color gallináceo que representa a alguien con más de un color político) y Wasmosy terminó siendo Presidente. Luego todo el relato “golpista” contra Oviedo no impidió que éste culminara poniendo a su “caballo” (nunca mejor dicho) en el trono de López. No impidió que Lugo gane en el 2008, las alusiones sobre supuestos vínculos con el EPP o su disipada vida episcopal, ni impidió que Cartes triunfe las acusaciones sobre sus recursos económicos. Mario ganó la intendencia municipal en medio de una fuerte crítica por supuestos vínculos con grupos violentos. Por lo tanto, esa parte de la oposición que en la semana pasada lanzó esta bomba contra Peña ya estará acusando recibo de lo que ocurre cuando desde lo burdo se trata de instalar una verdad.

No estamos sosteniendo que las “guerras sucias” no funcionan en las campañas electorales. Por el contrario. Bien aplicadas –y fuera de toda valoración ética– ellas han ocasionado serios deterioros a candidatos y procesos electorales. Pero ellas tienen sus artes, no van a funcionar nunca en manos del patoterismo callejero político como en la mayor parte de las veces se observa como fórmula operativa en estas lides locales.

Sucede que el fracaso de recursos “dirtywar-dianos” –particularmente en el Paraguay– tiene que ver con dos factores que también son típicamente paraguayos: la torpeza y la ausencia de conocimiento de la cultura de los votantes. Por ejemplo –en el caso de la semana anterior– que la persona que desata una guerra aparezca en sus redes sociales como ardorosa fanática de cierto sector político opositor al denunciado. Los votantes son susceptibles pero no mastican vidrio.

LA ANTIGUA GUERRA SUCIA

La guerra sucia es tan antigua en la historia de la política como en la guerra. No se olvidará que los autores de la Biblia, con el solo objetivo de determinar la situación de inferioridad de la mujer –per secula seculorum– instalaron ese horrible capitulo inicial de la humanidad en la que endilgan a la mujer un complot con la serpiente y desde allí pierden aquel subsidio divino llamado paraíso.

Eso como si ya no fuera suficiente significante el que le hicieran nacer de la costillas de Adan más de una década antes para que ya nadie dudara que la mujer no era sino una sucursal del hombre. Esta guerra sucia tuvo duraderos resultados. Aun hoy ciertas iglesias no aceptan a las mujeres como sacerdotes, por citar uno.

Pero las guerras sucias funcionaban en el pasado con una lógica de imposición. Nadie iba a discutir ante el Papa Clemente XI la validez de la Biblia como constructora de la verdad moral; o a Hitler sobre la inconsistencia de la teoría sobre los Sabios del Sion y su tratado de dominación, y tampoco iban a discutir a Stroessner –salvo contadas excepciones– sobre que el maestro Rubin era un barbudo comunista.

Con el advenimiento de las democracias, las guerras sucias perdieron su capacidad impositiva, el rumor es apenas un género menor, las posibilidades de contraste de una versión son cada vez mayores. Peor aún con la irrupción de las redes sociales. Desde entonces las guerras sucias requieren ser un arte de alta creatividad y persuasión si pretendieran resultados.

LAS CAMPAÑAS MEDIÁTICAS: Del saco puku vs Saco Mbyky al demócratas versus golpistas

Existen otras variables, pero son episódicas, que predisponen a la guerra sucia y a las operaciones de instalación social, pero para ello se requieren circunstancias conmovedoras que generalmente no ocurren en las campañas electorales. Esas variables funcionan con dos disparadores: el shock y el miedo.

Un ejemplo es lo ocurrido a nivel mundial luego del 11 de Setiembre, con la instalación del paradigma del bien y el mal, bastante eficientemente logrado por la administración Bush. Una de las tentaciones de estos métodos suele ser el agrupamiento en buenos y malos, ( o demócratas vs antidemócratas) como herramienta para generar tendencias diferenciales. Lo que se busca es la descalificación social para unos y el apoyo a otros.

En nuestro derrotero político la mayor parte de las veces la delimitación hemisférica es aún más específica: la definición de territorios entre supuestos demócratas y supuestos autoritarios. Así es como se fueron instalando contrastes que en la realidad son inexistentes. De hecho en los albores de la transición esta es la dialéctica que primó en las relaciones entre “Contestatarios” y “Tradicionalistas” de la política colorada.

Después del marzo paraguayo se volvió a instalar un proceso maniqueísta que separaba a sectores políticos en golpistas y democráticos. Si uno observa las fotos de estas composiciones advierte las veces en las que unos pasaron a otro bando en lo que siguió de la historia hasta hoy.

LAS DOS ÚLTIMAS INSTALACIONES

Las dos instalaciones más recientes que duraron el tiempo en que duró la conmoción y fueron digeridos racionalmente con el tiempo (y asumida la estupidez del debate) fueron, aquella que vino tras la caída de Fernando Lugo en la que se estableció con mucha fuerza la división de la clase política entre soberanos y legionarios. No duró mucho tiempo por dos razones. Las elecciones generaron combinaciones que terminaron por robarle lógica al debate y por el sentido del humor con que desde sectores de izquierda se respondió. No se inventó aun, en el mundo, nada más corrosivo como el humor en la política

Y la última instalación, de mano de poderosos medios y sectores de la oposición que planteaba la división del mundo paraguayo entre “Demócratas vs antidemócratas” en el marco del debate de la enmienda. Sin inmutarse y ante las cámaras se planteaba que un grupo de personas era demócrata y el otro era antidemócrata. Entre los antidemócratas se podía apreciar por ejemplo a Carlos Filizzola que ligo todos los palos del dictador en su lucha por la democracia y entre los demócratas a varios hijos y nietos directos de la dictadura, no arrepentidos nunca.

Pero –según esta teoría muy usada por medios y políticos– “el pueblo” necesita buenos y malos, cowboys e indios, y el que mejor alimenta esta dialéctica puede ganar una coyuntura.

Sin embargo –por lo señalado al final del párrafo anterior– la división entre buenos y malos, bien realizada y con cierto rigor ha generado réditos políticos muy importantes a lo largo de toda la historia. Stroessner logró que mucha gente creyera que los melenudos eran gays, y de hecho, Juan Vera y otros aun hoy lo siguen creyendo, por citar “ejemplos exitosos”.

LA ERA TUIT

Las guerras, en gran medida ahora moran en el territorio de las redes sociales. En México y de cara –como nosotros– a las elecciones generales del 2018, se habla de la consagración de las redes sociales como herramienta que –por primera vez– podría competir con “riesgo” de triunfo frente a la televisión en incidencia ante votantes.

Por lo tanto, si se reúne el poder de las redes más la imponente teoría sobre la post-verdad del TRUMPISMO, ya tenemos la real imagen de lo que podría ir a suceder de ahora en más en las campañas, en todos los países del glorioso patio posterior.

Dicho esto, podemos pensar que las próximas contiendas electorales serán para los que sepan combinar, con calidad, la melodía de los valores con los tambores de la guerra.UH