La caza de los últimos nazis continúa

Las justicias de Alemania y Estados Unidos todavía siguen la pista de criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial.
Fotografía del visado facilitado por EE UU en 1949 a Jakiw Palij, antiguo guardia nazi. EFE
Sólo la biología acabará con la búsqueda de los criminales nazis que cometieron atrocidades durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras exista la posibilidad de que alguno de ellos siga vivo, instituciones de Alemania y Estados Unidos, así como expertos de Israel y Francia, seguirán tratando de localizarlos y de enviarlos ante los tribunales. Nuevos nombres siguen apareciendo en el radar de la justicia. Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal de Jerusalén, que ha dedicado toda su vida a la caza de estos criminales, sostiene que está ahora mismo estudiando dos casos que acaban de surgir en Estados Unidos, en Hawái y Florida.

La semana pasada fue deportado desde Estados Unidos a Alemania Jakiw Palij, de 95 años, tras un proceso que se prolongó desde los años noventa. La justicia estadounidense consideró que había mentido cuando entró en 1947 en el país del que era ciudadano desde 1957, al ocultar que había pertenecido a las SS. La fiscalía alemana, en cambio, considera que será casi imposible procesarlo, no tanto por su edad y su estado de salud (ha sufrido dos ictus), como por la dificultad para encontrar pruebas que le impliquen directamente en matanzas.

Su caso, y en realidad todos los casos que pueden quedar activos, refleja la inmensa complejidad del Holocausto y de la Segunda Guerra Mundial. Palij nació en un territorio que entonces pertenecía a Polonia y ahora a Ucrania, países que rechazaron acogerle cuando EE UU anunció su expulsión. Finalmente fue aceptado por Alemania. Muchos de los perpetradores del Holocausto eran ciudadanos de países ocupados por los nazis, donde existía un antisemitismo tan furibundo como el de Hitler, y al final de la guerra, en 1945, se fundieron con el inmenso flujo de refugiados que recorría el mundo tras el cataclismo y se desperdigaron por América Latina, Estados Unidos, Australia, Canadá… No se trata de grandes jerarcas, de los que ya no queda ninguno vivo, sino de asesinos anónimos sin los cuales el mayor crimen de la historia nunca hubiese sido posible.

“Si se acepta mi definición de criminal de guerra nazi como cualquiera que, al servicio de la Alemania nazi, participó activamente en la persecución y el asesinato de civiles inocentes, probablemente siguen vivos unos cientos, como mínimo”, explica Efraim Zuroff desde Jerusalén. “Otra cuestión diferente es cuántos de ellos podrán ser juzgados. Dudo mucho que nadie que viva fuera de Alemania llegue a enfrentarse a un proceso”, prosigue. Todos los investigados actualmente tienen más de 90 años. La Segunda Guerra Mundial empezó el 1 septiembre de 1939, hace ahora 79 años.

Sobre los dos casos que está empezando a investigar en Florida y Hawái, el veterano cazador de nazis del Centro Wiesenthal prefiere no dar detalles. Zuroff ha trabajado en el principal expediente que se mantiene abierto actualmente en EE UU: se trata del proceso contra Michael Karkoc, que fue comandante de la Legión de Autodefensa Ucrania, dependiente de las SS, y que participó en matanzas de civiles polacos. Polonia pide su extradición, aunque no será fácil: tiene 99 años, llegó a Estados Unidos en 1947 y lo niega todo. La institución que en EE UU se ocupa de investigar a posibles criminales de guerra para expulsar del país hacia los países donde cometieron los crímenes se llama la Oficina de Investigaciones Especiales.

Empujada por la sensación de que cada vez queda menos tiempo, Alemania mantiene abierta una Oficina Especial para la Investigación de los Crímenes de la Segunda Guerra Mundial, dirigida por Jens Rommel. De los últimos 30 casos revisados, 22 se cerraron por el estado de salud del investigado, tres por su muerte y cinco se mantienen abiertos en diferentes fiscalías del país, según explicó el propio Rommel a la cadena francesa France Culture, que ha emitido este verano una serie de reportajes sobre la historia de la caza de nazis. Sus responsables calculan que a partir de 2025 se acabará su trabajo, cuando ya no quede nadie que viviese aquel periodo como adulto.

Esta oficina, situada en Ludwigsbourg, ha elaborado fichas de 1,7 millones de personas con los nombres de todos los criminales nazis conocidos hasta ahora. La ficha 3 AR-Z 95/96 corresponde por ejemplo a Josef Mengele, el sádico médico de Auschwitz que murió en Brasil en 1979 sin haber sido nunca juzgado. Trabajan actualmente ocho personas, que a lo largo de los años han trillado todas las fichas de entrada a EEUU durante los años posteriores a 1945.

Gracias a una sentencia relacionada con los atentados del 11 de septiembre de 2001, se produjo un importante cambio legal en Alemania que facilitó el trabajo de esta oficina. En enero de 2007, Munir el Motassadeq fue condenado a 15 años de prisión por ayudar económicamente a uno de los terroristas del 11S. Se consideró que, aunque su papel fue pequeño, fue necesario para el asesinato masivo y que, por lo tanto, era culpable como cómplice. Los fiscales que perseguían nazis consideraron que esa misma doctrina era aplicable a personas que estuvieron en campos de exterminio como el contable de Auschwitz, Oskar Gröning, que acabó condenado en 2015 a cuatro años de cárcel acusado de complicidad en la muerte de 300.000 judíos.

Si, por lo tanto, la fiscalía logra demostrar a través de documentos que alguien sirvió en un campo de exterminio nazi se convertiría inmediatamente en culpable de complicidad. Teniendo en cuenta los años que han pasado, resulta cada vez más difícil encontrar testigos, pero sí hay millones de documentos disponibles y siguen apareciendo. Sin embargo, en los campos de concentración la situación es diferente, porque sigue siendo necesario demostrar judicialmente que el acusado estuvo directamente implicado en atrocidades. Es el motivo por el que Palij no es perseguido en Alemania. “Necesitaríamos evidencias que le conecten directamente con un crimen, pero por ahora no las hemos encontrado”, explicó Jens Rommel a la Deutsche Welle.

La Fiscalía de Würzburg abrió una investigación en 2015 y la cerró por falta de pruebas. Pero las seguirán buscando. Preguntado sobre el sentido de perseguir a ancianos de más de 90 años por crímenes cometidos hace décadas, Rommel respondió a la radio francesa: “Es un deber político y moral de la sociedad”. Y un deber que no acaba en la Segunda Guerra Mundial. Conforme pasan los años, la Oficina de Investigaciones Especiales se centra cada vez más en buscar culpables de atrocidades cometidas mucho más tarde, en Guatemala, Bosnia o Ruanda.

EL HOLOCAUSTO DE LAS BALAS
La Shoah, el exterminio de los judíos de Europa, comenzó con balas y luego continuó en las cámaras de gas de los campos de exterminio nazis. Sin embargo, la mayoría de los criminales investigados por la mayor atrocidad de la historia están relacionados con la planificación del Holocausto o con los campos de la muerte, no con los fusilamientos masivos que se llevaron a cabo sobre todo entre 1939 y 1941 en Polonia y en el territorio de la antigua URSS y en los que fueron asesinados un millón de personas.

En los últimos 40 años, no ha sido juzgado ningún miembro de los Einsatzgruppen, los escuadrones móviles que se ocupaban del llamado Holocausto de las balas. Según Zuroff, todavía podrían estar vivos varias decenas de aquellos perpetradores. De hecho, Alemania está investigando actualmente tres casos. Sin embargo, la búsqueda de pruebas es especialmente compleja, no sólo por la falta de supervivientes sino porque no resulta nada sencillo demostrar documentalmente que alguien que formaba parte de una unidad que participó directamente en una matanza. Muchas de ellas, además, fueron perpetradas por colaboradores locales.
EL PAIS