Hace 50 años fallecía en el exilio el Maestro José Asunción Flores, creador de la guarania

El lacónico certificado médico dado por el Dr. Alberto Limarzi consigna como la causa del deceso un paro cardiaco a causa de una ‘fibrilación ventricular’. Esto ocurría un poco antes que cumpliera 68 años el Maestro. En los escuetos datos consignados en el documento del Registro Civil del vecino país figura el nombre de la madre, Magdalena Flores, el domicilio del mismo en Tucumán 1639 de la citada capital, su estado de ‘soltero’ y un dato que lo iguala a miles de paraguayos, hombres y mujeres: en el casillero ‘Hijo de’ se apunta, ‘se ignora’… José Asunción se había criado como hijo de madre soltera, ya que el padre, Juan Volta, no lo había reconocido. Tampoco figura su profesión, quizá en el apuro de los funcionarios intervinientes por finiquitar el expediente de un paraguayo más que fallecía en esos lares, omitieron el dato de su dedicación a la música. El deceso se había producido el 16 de mayo de 1972, a las 19:30, en el Sanatorio Mitre. El gran compositor, quien venía sufriendo desde hacía dos años los estragos del mal de Chagas adquirido en su niñez en Puerto Guaraní, presumiblemente, había sido internado días atrás. Emilio Vaesken, uno de los fieles amigos del creador de Choli, en una de sus frecuentes visitas a la capital porteña había ido a verlo y lo encontró en su departamento aquejado de grandes dolores. Inmediatamente dio aviso al Dr. Carlos Federico Abente, médico y poeta, quien lo internó en el Sanatorio Mitre, del cual era uno de sus directivos. Según relataba Abente, su estado era ya muy delicado, aunque estaba lúcido y en los momentos en que conversaban aparecía reflejado su deseo de retornar al país, a la ciudad donde viera la luz primera. Como diría el Dr. Abente: “Falleció con la esperanza postergada del regreso a su tierra colorada” (…) “Fue atendido por especialistas de nota y la presencia asidua de sus amigos, entre otros, Emilio Vaesken y mi persona… Tenía el corazón de un buey cansado”.

El exilio fue una herida profunda que sobrellevó por momentos con angustia y que se vio reflejado en su música. Decía a sus amistades, entre ellas a Francisco Marín, a fines de los años 50, que no le importaba que la dictadura le robara sus derechos autorales, que lo que más le dolía era la prohibición de ingresar al país. Aunque radicado en Buenos Aires, buscando mejores horizontes para su música así como para el aprendizaje permanente, el Maestro Flores había estado por última vez en el país durante la llamada ‘primavera democrática’ de 1946. En ese inusual ambiente de libertad de prensa, actuación pública de todos los partidos políticos y sindicatos, mitines a diario, Flores había puesto su grano de arena desde lo cultural ofreciendo conciertos. Uno de ellos en el Teatro Municipal, otro en la ciudad de Villarrica rindiendo homenaje a Ortiz Guerrero y el último en el Parque Carlos Antonio López ante una multitud que llenó la plaza. Recibía agasajos y distinciones diversas y frecuentaba los encuentros que sus antiguos compañeros de la Banda de Policía organizaban para poder reunirse con quien había sido par de ellos. Y en cuyo seno había nacido la guarania. Pero tras la crisis política y el autogolpe del dictador Higinio Morínigo clausurando dicha etapa de libertades, se vio obligado a retornar a la capital porteña.

SU LEGADO MUSICAL Y ÉTICO

Continuó trabajando en sus obras sinfónicas, buscando la jerarquización de la música paraguaya, para lo cual dejó de lado las actuaciones a nivel popular en confiterías y radios, que le proporcionaban dinero y fama. Sin embargo, participó en diversos conciertos organizados por la Adapa (Asociación de Artistas Paraguayos) de dicha ciudad, donde eran interpretadas obras suyas y de otros compatriotas destacados como Herminio Giménez, Carlos Lara Bareiro, Mauricio Cardozo Ocampo, Francisco Alvarenga, entre otros. Y emprendía sostenidos viajes a Europa a partir del año 1950 como miembro del Consejo Mundial de la Paz, organismo que reunía a artistas, científicos e intelectuales de todo el mundo que buscaban crear conciencia para evitar la guerra nuclear que acabaría con la especie humana. Esa fue su militancia política y social más importante, ya que no fue en ningún momento hombre de comité ni de ocupar cargos de jerarquía dentro del Partido Comunista Paraguayo. Circunstancia que tuvo que defender ante el secretario general de dicha organización, Oscar Creydt, quien pretendía que saliera a las calles a repartir panfletos. Flores le replicaba con firmeza: “Yo puedo hacer el trabajo de un militante, pero el militante no puede hacer mi trabajo”. Situación que le causó no pocos disgustos por el carácter autoritario del líder del PCP.

A través de los conciertos en la Argentina y sus vinculaciones internacionales, el destacado compositor logró llamar la atención de los músicos rusos –Kachaturian, Kavalesvsky, Shostakovich–, quienes ya conocían Gallito cantor, adoptado por Radio Moscú como cortina de sus emisiones para América Latina. A la par de eso, pudieron apreciar su fascinante y carismática personalidad, conocieron sus partituras de original temática y decidieron darle todo el apoyo para que pudiera grabar sus obras con una de las mejores orquestas de dicho país. Fue así que el Maestro pudo llevar a cabo su sueño de que se grabaran todos sus poemas sinfónicos a lo largo de un año. Residencia que no le fue fácil en la capital moscovita, por la lejanía de la ciudad porteña, de los compatriotas y el avance de la enfermedad que le minaba su cuerpo. Hemos visto fotos suyas en el hospital donde permanecía internado, del cual, contaba Félix de Guarania, salía para acompañar los ensayos de la Orquesta y Coro Unidos de la Radio y Televisión Soviética, dirigidos por uno de los mejores líderes orquestales, Yuri Aronovich, con quien trabó gran amistad. A fines de 1969 volvía a Buenos Aires con las cintas de nivel profesional con todas sus obras grabadas. A iniciativa suya, una copia de dichas cintas conteniendo María de la Paz, Ñanderuvusu (Nuestro Gran Padre, mitología guarani), Pyhare pyte (En la alta noche) quiso que fueran entregadas a Radio Cáritas, “la única emisora que difunde mi música”, nos diría.

No solo su presencia estaba prohibida, también la difusión de sus obras sinfónicas y populares. Censura que se extendió a otros músicos exiliados como Herminio Giménez, Lara Bareiro, Francisco Alvarenga…

El régimen exhibió toda su crueldad al negarle un mínimo acto de humanidad solicitado por sus familiares y amigos: que sus restos fueran depositados en su tierra natal. La dictadura negó toda posibilidad de repatriación de sus restos. Recién tras la caída de la misma se daría la repatriación de sus restos, el reencuentro con su pueblo “en olor de multitud”, en noviembre de 1991. Su féretro fue depositado a orillas del Mburicaó, en la plaza Manuel Ortiz Guerrero-José Asunción Flores, donde cada 27 de agosto se le rinde homenaje. UH