Crecimiento, endeudamiento y desigualdad en Paraguay

Desde hace unos años, el Paraguay apela al endeudamiento para sostener el crecimiento económico. Entre 2011 y 2018 la economía paraguaya creció a un ritmo anual superior al 3%, salvo en 2012 cuando el Producto Interno Bruto (PIB) decayó. Estas tasas no son bajas. Como la producción crece más rápido que la población, en teoría no debería haber mayores problemas. Sin embargo, el drama es que a estas tasas de crecimiento económico no hay efecto de derrame, por lo que las tensiones se sienten en la sociedad y se verifican en las estadísticas, reflexiona la economista Verónica Serafini, en el último número de la Revista Economía y Sociedad, del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep).05 DE ENERO DE 2020 – 01:00 Previous

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Verónica Serafini
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Las tasas de desempleo, subempleo visible, empleo informal, pobreza e ingresos no experimentaron cambios positivos relevantes y, lo que es peor, algunos de estos indicadores empeoraron en valores absolutos. Un ejemplo es el empleo informal, cuyo peso relativo se mantiene en alrededor del 64% de la población ocupada. Sin embargo, entre 2013 y 2018 el mercado sumó 200.000 trabajadores más en condiciones de informalidad.

La pobreza que venía reduciéndose, poco pero sostenidamente, se estancó entre 2013 y 2017, por lo que la cantidad de personas por debajo de la línea de pobreza se mantuvo en alrededor de 1.800.000 en dicho periodo, la mayoría de ellas niños, niñas y adolescentes. El ingreso laboral promedio no mostró mejoras relevantes a pesar del crecimiento económico. La entrada laboral promedio de la población ocupada de los estratos de menores ingresos está en alrededor de 1.000.000 de guaraníes.

La desigualdad se mantiene alta y fluctuante. La primera característica pone límites a la sostenibilidad del crecimiento y pareciera que en el Paraguay se verifica la evidencia de que, con altos niveles de desigualdad, el crecimiento del producto encuentra obstáculos estructurales. Desde 2012 en adelante, el índice de Gini se redujo levemente en tres años, mientras que en otros tres aumentó, de manera que los logros en algunos años fueron neutralizados por los fracasos en otros. Paralelamente al escaso efecto de derrame del crecimiento económico en el último quinquenio, se observó un importante aumento del déficit público financiado con endeudamiento. La narrativa oficial señala que para crecer se requiere infraestructura y su financiamiento exige contraer deuda. El peso de la deuda pasó del 8,1% al 19,4% del PIB.

Lo llamativo del caso es que, con una presión tributaria de menos del 10%, el Paraguay no necesitaba endeudarse para financiar la ampliación de su infraestructura. Pues tiene suficiente espacio fiscal para aumentar los impuestos a quienes se beneficiaron y siguen beneficiándose del crecimiento económico.

La nula expansión económica en 2019 amplió la mirada al endeudamiento privado para impulsar el crecimiento. Es decir, cuando ya no es suficiente el endeudamiento público externo, la estrategia consiste en elevar las tasas de interés para hacer rentable el riesgo de endeudar a la clase media y de menores recursos, de manera a impulsar el crecimiento por la vía del aumento del consumo.

Lo que se plantea, entonces, es endeudar a un amplio sector de la población cuyos empleos son informales, que tienen ingresos bajos y no cuentan con mecanismos que protejan sus precarias condiciones de vida. En un contexto de inequitativa presión tributaria y de escaso efecto de derrame del crecimiento en la cantidad y calidad del empleo, apelar al endeudamiento público y al de los trabajadores de menores recursos plantea un dilema ético: ¿Quiénes financian este crecimiento económico y quienes se benefician?

La justicia y la solidaridad son los principios éticos de cualquier contrato social. Estos dos principios deberían guiar el análisis del estancamiento y las respuestas que debe dar el país para dinamizar la economía. La justicia entendida como una justa distribución del costo de las medidas, en este caso del endeudamiento, y la solidaridad como obligación y corresponsabilidad de todos por el bien común, sobre todo de quienes se beneficiaron y se siguen beneficiando del crecimiento económico.ABC