Un virus peor que el zika

En estos momentos hay alerta mundial por el virus del Zika, transmitido por el mosquito Aedes aegypti, el mismo transmisor del dengue y el chikungunya, plaga con la que estamos condenados a vivir por la desidia del Estado, los municipios y los habitantes.
Por Estela Ruíz Díaz
Pero hay un virus peor que ataca a la población hace décadas, una epidemia que causa estragos a la democracia: el planillerismo, el oscuro rostro de la ineficaz gestión pública.
Cada gobierno que asume, tanto a nivel municipal, regional o nacional, promete combatir este microbio que desangra las arcas del Estado y que cada año se multiplica por miles. Sumado a la corrupción a gran escala de los grandes negociados públicos, siguen condenando al país al estado de pobreza en que se encuentra.
DISPARADOR. La reducción de más de 500 funcionarios de la Municipalidad de Asunción reavivó el debate sobre los planilleros, uno de los temas que mayor indignación generan en la ciudadanía honesta y trabajadora. Si bien en la primera etapa de la gestión cartista hubo algunas señales, sin embargo el tema quedó en el limbo. Desde el Gobierno afirman que dejaron afuera a más de cinco mil.
El presidente Cartes ordenó días pasados a las instituciones públicas que presenten la lista de funcionarios, la función que cumplen y el salario que perciben, con el objetivo de detectar a los planilleros. El periodo abarca desde el 2003 hasta el 2015. Cumplieron 82 y esta semana completan Petropar, Seam y otros entes.
En un rápido control, saltaron algunos casos. Como la diputada colorada Blanca Vargas, quien percibía salario de docente de G. 1.800.000. Se comprobó que no daba clases ni cumplía funciones administrativas. El Ministerio de Justicia apuró la salida de 130 planilleros, y así seguramente la fiebre de la destitución seguirá en varias otras instituciones.
La maquinita para detectar planilleros se llama reloj biométrico. Con los últimos escándalos, algunas instituciones como el TSJE empezaron a usar. El ente explotó de funcionarios que aparecieron mágicamente. En la Cámara de Diputados detectaron ausencias injustificadas y llegadas tardías. En apenas un mes ya ahorraron G. 126 millones.
Con el escándalo en la Universidad Nacional se comprobó la existencia de cientos de ellos. En un mínimo saneamiento del nuevo rector, fueron desvinculadas 306 personas, con lo que ahorraron G. 1.355 millones.
El TSJE, el santuario del prebendarismo y clientelismo, tenía en el 2010 19.600 contratados (figura excelsa del planillerismo), y ahora quedó con 2.625. El rubro combustibles, otra de las áreas donde más se roba, tuvo también una drástica reducción apenas se introdujo el uso de la tarjeta magnética: en el 2011 se gastaban G. 11.000 millones, en el 2013 se redujo a G. 6.000 millones y en el 2015 a G. 380 millones. El escándalo de robo de combustibles reveló los lujos de un comandante de la Policía.
MUCHOS PADRES. La detección de esta plaga pública demostró que el virus inficionó todos los sectores de la sociedad. El padrinazgo del planillerismo ha traspasado el mundo netamente partidario. La academia, donde se supone que los valores deben superar a las miserias, ha caído en la corrupción en niveles sorprendentes. Quienes manejan la salud y la educación públicas son tan voraces como sus padrinos políticos.
En este tiempo también se demostró, para desgracia ciudadana, que todos los partidos políticos, de derecha y de izquierda, nuevos o viejos, tienen el mismo vicio: el Estado no solo es el gran empleador (como solución económica), sino el gran girador de cheques en blanco para pagar las prebendas a operadores y votantes militantes.
Cuando Nicanor Duarte Frutos entregó el poder en el 2008 había 197.000 funcionarios públicos. Con Lugo y Franco, creció a 247.000. Casi 14.000 por año. Solo Federico Franco en su corta gestión de un año y dos meses metió 22.176 funcionarios.
Y como toda plaga que resiste los insecticidas y mejora su performance con el tiempo, estos burócratas falsos han traspasado las clases sociales. En la década de los 90 y principios del 2000, los planilleros eran básicamente los operadores políticos, a los que se mantenía con salario mínimo y unas monedas más.
Pero a la par de la degradación de la clase política, desprovista de una mínima ética, la dirigencia encontró en el Estado algo más que el sustento de su ejército de operadores, sino la solución de los problemas económicos de sus familias, amantes y amigos.
Así, el Estado se convirtió no solo en la solución laboral sino en la obtención de escandalosos privilegios. La secretaria vip, la novia vip, los hijos vip, los hermanos vip cobran salarios que un profesional universitario jamás alcanzará en la empresa privada. Ni tendrá bonificaciones, ni viáticos millonarios, ni aguinaldos triples para recorrer el mundo a costa del erario público.
GRAN PACTO. Las iniciativas de Ferreiro (que apenas es el comienzo, porque en la Municipalidad habrá otros miles de planilleros o supernumerarios) y del presidente de la República son loables en la medida que se llegue al final del camino. No basta con mostrar el diagnóstico. La ciudadanía hace tiempo sabe todo esto.
Esta lucha, así como la campaña contra el maldito mosquito Aedes aegypti, requiere un esfuerzo conjunto; de los partidos, de la Fiscalía y de la Justicia.
No es fácil cuando los contralores de la corrupción son más corruptos. Como la Contraloría de la secretaria vip. O cuando un fiscal desestima una denuncia del TSJE y a solo un mes su novia ingresa con un salario de G. 20 millones. O cuando un ministro de la Corte Suprema es más corrupto que los denunciados.
No se plantea aquí una caza de brujas contra ese funcionario que trabaja y cumple y gracias a quien el Estado funciona medianamente, sino de ese parásito que desangra el país.
Es una lucha titánica, tenaz, sostenible en el tiempo, que incluso superará varios periodos presidenciales.
Por eso, sin un pacto interpartidario e interpoderes, mano de hierro y respaldo social, es imposible su eliminación.uh