No hay baile sin permiso

No hay baile sin permiso
Por Rosendo Duarte

Los últimos eventos vividos en el país protagonizados por miembros de la Policía Nacional vienen a demostrar que la institución es el peor antro de corrupción que existe en el Paraguay de hoy. Los intereses y el dinero que maneja son muy superiores a los que pudieran estar aportando a la “corona” la Aduana, la ANNP y otras históricamente tenidas como grandes recaudadores.

Les cobra a todos; a narcos para que trafiquen tranquilos en la frontera y en todas partes, a productores de marihuana, a traficantes de autos robados (autos mau), contrabandistas (pequeños, medianos y grandes); dan permiso para asaltar y cobran fuertes sumas de dinero para un desalojo y hasta para cumplir o no una orden de captura por prestación alimentaria. Hasta robos domiciliarios rinden lucro a los uniformados.

Es decir, no hay baile sin permiso policial en el Paraguay, y ejemplos sobran. En Salto del Guairá un grupo de asaltantes brasileños secuestraron en una ocasión a 16 personas en una vivienda ubicada a 100 metros de la sede de la Jefatura de la Policía Nacional para luego robar un banco. Después se supo que hubo permiso y acompañamiento desde la más alta esfera policial.

No hace mucho el propio jefe de Investigaciones de Canindeyú encabezó un grupo de asaltantes de Asunción, incluido cobertura con patrullera, para asaltar a un empresario chino. Más recientemente, ya en la “era Marito”, un jefe policial fue echado porque recibió una coima de 15.000 dólares en la calle de un forajido para no detenerlo, mientras otro fue echado porque en total estado etílico acompañó a un grupo de hurreros para atracar la Comuna de Francisco Caballero Álvarez.

Ya perdimos la cuenta de cuántas veces el Departamento de Investigaciones fue “desmantelado” por coima, asalto o implicancia hasta en hechos de homicidio.

Definitivamente, la Policía Nacional necesita de cambio total. La que tenemos está terriblemente corrompida y desacreditada, para la cual la seguridad de la gente pasó a segundo plano, y el negocio de recaudar vendiendo protección, impunidad y hasta la vida, está a la orden del día.
ABC
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