J. J. Benítez: “El coronavirus es un ensayo general para algo terrible”

El escritor quedó atrapado en un crucero durante la primera ola del covid. Lo cuenta ahora en un diario de abordo repleto de histeria, bulos y conspiraciones

29/10/2020 11:40 – ACTUALIZADO: 30/10/2020 09:48

“Nunca sabréis si soy un extraterrestre”. Se lo dijo J. J. Benítez hace unos meses a este periódico. Medio en broma medio en serio. Quizá usted piense que el autor de ‘Caballo de Troya’ tiene una imaginación desbordante, un sentido del humor galáctico o un coco un poco loco, pero igual lo que pasa es que es un imán para lo oculto. Extraterrestre, humano o mediopensionista, Benítez tiene una fuerte tendencia a que le pasen cosas extrañas.

Ejemplo: Cuando el covid salió de China, a usted le pilló en el bar o en casa de su cuñado, y a Benítez… en la Isla de Pascua, que visitaba por séptima vez, más que yo el Parque de Atracciones. ¿Qué hacía Benítez en Pascua el pasado 10 de febrero? Dar la vuelta al mundo en el crucero Costa Deliziosa, accidentada experiencia vírica volcada ahora en el libro: ‘La gran catástrofe amarilla’.

El Costa Deliziosa cubría el siguiente itinerario desde el 11 de enero: Barcelona, Barbados, Ecuador, Panamá, Chile, Tahití, Bora Bora, Nueva Zelanda, Australia, Japón, Vietnam, Sri Lanka, India, Jordania, Creta y Venecia. Tres meses y medio de viaje. Un monstruo —292 metros de eslora y 13 niveles— de ocio flotante: Aeróbic, clases de estiramientos, conciertos de imitadores de los Beatles, spa, mercadillos, misa, karaoke y casino. 2000 pasajeros (alemanes, franceses, italianos, ingleses, portugueses), 800 tripulantes y 168 españoles a bordo. Todo estaba preparado para la diversión… hasta que el coronavirus llamó a la puerta.

Al día siguiente de pasar por Pascua, el Deliziosa informó a los pasajeros de que la “situación en Asia” estaba “empeorando”, con Hong Kong, Japón y Corea del Sur cerrando sus puertos, por lo que habría que cambiar la ruta. No obstante, la cosa seguía “bajo control” y deseaban a los pasajeros una “maravillosa continuación del crucero”. “Maravillosa” quizá no era la mejor palabra para describir lo que estaba por venir…

La paz social empezó a resquebrajarse el 20 de febrero. “El barco es un hervidero de bulos y rumores. El coronavirus se traga el mundo… La tristeza, la tos y la fiebre no me han permitido dormir. Demasiada gente en la cama“, escribe Benítez (aún no sabía que no tenía el bicho).

21 de febrero: “Sigue la navegación hacia no se sabe dónde… Los bulos ruedan por las cubiertas y bares. ¿Está el barco infectado de coronavirus? Algunos hablan de diez muertos. Los camareros —que son los que más saben— lo desmienten”, narra Benítez.

El 28 de febrero les dijeron por primera vez que se lavaran las manos después de toser o estornudar.

A partir del 9 de marzo, y a la altura de Tasmania, los pasajeros españoles comenzaron a discutir a gritos sobre la manifestación feminista del 8-M, Sánchez y el virus (con mayoría ruidosa en contra del Gobierno, al menos en el entorno en el que se movía Benítez).

El 15 de marzo, camino a Perth, se anunció que el capellán del barco estaría disponible “en el piano bar” para quien necesitara sus servicios. El ambiente estaba cada vez más caldeado. “La compañía desliza una hoja bajo la puerta del camarote: ‘En lugar de estrechar manos, sonríales’… Los bulos y rumores han conquistado el barco. ¿Dónde nos llevan? ¿Y si se presenta el coronavirus en el Costa Deliziosa? Estoy asombrado. La gente acapara comida. Cargan platos monumentales de fruta y de langostinos. Y se los llevan al camarote. La gente se empuja en el bufé, se insultan y se gritan. Se disputan los pasteles y las naranjas. Se miran con odio y con recelo. Los nervios se desatan. Los franceses lloran. Los alemanes se emborrachan y los italianos y brasileños se abrazan. Los españoles, naturalmente, discuten más que nadie. Todos tienen la solución al problema del coronavirus”, escribe Benítez.

El escritor, en el barco.
El escritor, en el barco.

20 de marzo: Se acabaron las visitas a lugares exóticos. Solo paradas técnicas para conseguir víveres y combustible. Empieza la búsqueda de un puerto seguro. “En el bufé escasea la comida. Y la gente —egoísta y avariciosa— llena los platos y repite. Los franceses son los peores. Empujan, se cuelan… Está claro: si han de morir, lo harán con el estómago lleno”.

Pero la sangre no llegó al río. El 20 de abril, el crucero atracó en Barcelona.

La entrevista

Hablamos con Juan José Benítez (Pamplona, 1946) sobre un libro plagado de escenas tensas en alta mar, pero también de paisajes bucólicos y reflexiones marca de la casa: de los ovnis a las conspiraciones más retorcidas.

PREGUNTA. Cuando se empezó a calentar la cosa en el crucero, detectó usted comportamientos diferentes en función de la nacionalidad de los pasajeros.

RESPUESTA. Los franceses miraban por encima del hombro a todos los demás, lo sabían todo, absolutamente todo. Los alemanes se dedicaban a olvidarse del tema: con cervezas, gritos o peleas. Los españoles nos dedicábamos a hablar mal de los demás.

P. Tiene gracia que un grupo español ‘perdido’ en el océano se dedique a lo mismo que en la barra del bar: proponer soluciones mágicas para acabar con el covid, sembrar cizaña y criticar al gobierno…

R. Había una tertulia de españoles en la popa del nivel 9. Básicamente nos dedicábamos a criticar a Sánchez, probablemente con razón, y a criticarnos entre nosotros. Nos llamábamos de todo, nos reíamos de todo. Una situación surrealista. Nadie era consciente de lo que estaba pasando.

P. ¿Cómo funcionaba el sistema de información y rumores ahí dentro?

R. La fuente principal de información veraz eran los camareros. Las altas esferas, o los representantes oficiales del pasaje español, se limitaban a sonreírte, o a decirte lo contrario de lo que estaba pasando. En ese sentido, todo funcionaba igual que en tierra firme: la información la tienen cuatro y no la sueltan.

P. Describe escenas de tensión en el bufé para acumular comida. ¿Pensó en algún momento que la cosa se desmadraría del todo?

El día que bajaron del barco a un muerto con su maleta, se disparó el miedo

R. Hubo varios días de un histerismo importante, con insultos, peleas, sillazos a la cabeza, sobre todo cuando se fueron cerrando los puertos y no nos dejaron bajar durante más de cuarenta días. El día que bajaron del barco a un muerto con su maleta, se disparó el miedo. La gente no quiere morir. A la gente le ponía los pelos de punta la idea de morir. No había forma de superar eso. Era imposible explicarles que igual el barco era uno de los lugares más seguros del mundo. Que la situación verdaderamente grave estaba fuera. El miedo a la muerte es lo que tiene. El miedo era el pasajero dominante del crucero. Según llegábamos al final del viaje la gente se fue templando un poco.

P. En marzo decíamos que de esta crisis saldríamos mejores, percepción sepultada ahora en una montaña de pesimismo y cinismo. ¿Usted cómo salió de aquel crucero? ¿Cambiado?

R. La persona que salió del barco era la misma que entró. Me sentí tranquilo durante el viaje, y ahora mismo también. Mucha gente está sujeta al miedo, pero son coletazos, porque este triste asunto se va a terminar. El coronavirus es un ensayo general para algo terrible, y ojalá esté equivocado.

P. Ya… no es un mensaje muy optimista.

R. Prefiero ser sincero.

P. ¿Puede concretar un poco más?

R. Lo conté en mi libro ‘Gog’. Un asteroide se estrellará contra la Tierra en 2027 y nos dejará varios años sin electricidad, sin Estado y sin policía. Descenso de temperaturas y oscuridad. Ojalá sea solo paranoia mía.

P. Ojalá. ¿Volverá usted a viajar en crucero?

R. Nunca puedes decir de esta agua no beberé o este cura no es mi padre, pero creo que no.

Viajar en el tiempo

Hay un gag recurrente en el libro de Benítez: “7 de febrero, viernes, de madrugada cambiamos la hora, a las tres son las dos”. Ocurre casi a diario, y cuando no cambia la hora, cambia el día… “Una nota de la compañía anuncia que ‘del 22 de febrero, sábado, pasaremos al 24, lunes’... La nota se extiende en una serie de razonamientos astronómicos y ampara la decisión en no sé qué historia sobre los meridianos”.

Haces ¡chas! y es varios días más tarde.

El Costa Deliziosa como máquina del tiempo. Como es lógico, a muchos pasajeros se les hizo largo el crucero, pero más que volver a casa, el verdadero triunfo hubiera sido pisar de nuevo tu país con el covid ya derrotado. Y tras haber pasado el asteroide rozando la Tierra. Eso sí hubiera sido un glorioso viaje en el tiempo. https://www.elconfidencial.com/cultura/2020-10-29/jj-benitez-coronavirus-catastrofe-amarilla_2810255/?utm_campaign=BotoneraWebapp&utm_source=whatsapp&utm_medium=social