Es innegable el buen momento que vive nuestro país en el plano económico y social gracias a la confluencia de numerosos factores que contribuyen a vivir el presente con confianza y mirar el futuro con optimismo. En la conjunción de esos varios elementos es fundamental la gestión de la administración estatal donde se trabaja con mucha fuerza para obtener los logros que paulatinamente se están consiguiendo en los más diversos ámbitos de la vida nacional.
Los paraguayos estamos viviendo un momento de importancia histórica porque estamos despegando del atraso y la pobreza hacia el desarrollo y la perspectiva de mejores tiempos para la mayoría de los que habitan nuestro país. Esto fundamentalmente gracias a la buena marcha de la economía, que es el pilar en que se asienta cualquier proyecto de progreso.
Por ello son de un incuestionable valor algunos indicadores que se dan en este momento y que permiten trabajar con la esperanza de que se van a obtener cada vez más y mejores resultados. Porque si alguna ilusión tiene el que invierte y trabaja es conseguir el fruto de su esfuerzo.
En ese sentido es elocuente lo apuntado recientemente por un emprendedor de la “UIP Joven”, que dijo que el Gobierno ha creado un ambiente de oportunidades de innovación y ganas de emprender, que incita a los jóvenes a trabajar, a realizar sus inversiones y ejecutar sus proyectos de empresa.
Y no lo dijo por mero entusiasmo juvenil, pues recordó que con este gobierno se triplicó el crecimiento de la industria y dio las cifras: refirió que el crecimiento de la industria antes del 2013 era del 2% anual y que a partir de entonces se elevó al 6% anual, con lo que creció tres veces más. Mencionó que, como parte de esa dinamización, más de 70 industrias llegaron al país en un periodo de solo 4 años y que la participación del sector fabril en el PIB paraguayo creció de un 11 a un 14%.
El reconocimiento de esta auspiciosa realidad solo puede producir satisfacción, pues significa que el Paraguay está mejorando no solo su situación económica sino la calidad de su economía, en el sentido de que vamos creciendo en industrialización, que es el escalón siguiente a la producción primaria. Cuantas más industrias tiene un país es más sólida su economía y ofrece mayor cantidad de empleos a su población, lo que tiene su efecto multiplicador en el consumo y otros factores.
Otro elemento de la realidad que apuntala lo señalado más arriba es el aumento neto de las inversiones extranjeras, que son las divisas que ingresan al país para radicar más y nuevos proyectos. El Banco Central del Paraguay refirió recientemente que, en el 2016, el flujo neto de capital extranjero ascendió a 320 millones de dólares, dinero que se canalizó a las más diversas áreas de la actividad económica del país. Lo significativo es que esta suma representa un incremento del 4,8% sobre el nivel de divisas que entraron y se quedaron en el 2015.
Lo interesante es que Estados Unidos es el principal origen de las inversiones apuntadas, pues el 20% del total provino de ese país, seguido de Brasil de donde entró el 14%, así como España y Argentina, que participaron con el 10% cada uno. Otro detalle es que la mayor parte de los inversionistas que decidieron traer su dinero al Paraguay, en número de empresas, son del Brasil, pues ascienden a 77 las compañías brasileñas que se radicaron aquí, seguido de Estados Unidos, con 29 empresas.
Existe ahora en el Paraguay un indiscutible ambiente de optimismo para que los empresarios tomen riesgos y emprendan negocios, clima que no es una mera casualidad, sino la consecuencia lógica de la confluencia de los factores señalados con la conducción de un Gobierno que gestiona con inteligencia y hace bien las cosas. Por eso nuestro país es ahora el destino preferido de los inversionistas de muchos países del mundo. Y también por la certidumbre de que aquí pueden estar seguros de que sus emprendimientos alcanzarán los frutos que se pretenden. LA NACION