A oscuras en el país de las hidroeléctricas

Si algo sobra en el Paraguay, es energía eléctrica. Tanto, que la cedemos a precio regalado a países vecinos. Tenemos cuatro hidroeléctricas (Itaipú, Yacyretá, Acaray e Yguazú). Dos son binacionales y una es operativamente considerada la mayor del mundo.
Por ello resulta paradójico que estemos viviendo a oscuras como en el siglo XIX, alumbrándonos con velas, soplándonos con pantallas de karanda’y para aplacar el calor infernal, sin poder bañarnos por falta de agua corriente, quemando espirales para ahuyentar a los mosquitos del dengue, el zika o chikungunya. ¿Será un ensayo del apocalipsis posnuclear?
Una grave crisis energética en este país solo puede obedecer a una absoluta incapacidad de gestión, a una tremenda inutilidad por parte del Gobierno para administrar uno de los más preciados y potenciales recursos.
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Los reiterados y prolongados cortes en el servicio de la ANDE someten a la ciudadanía a una verdadera tortura: tampoco llega el agua de la Essap, se cortan las conexiones a internet, se paralizan sistemas de trabajo y producción, se generan millonarias pérdidas económicas.
Una vez más se demuestra que los paraguayos somos un pueblo pasivo (por no decir sumiso), ya que soportamos estoicamente el maltrato estatal, las excusas infantiles, las costosas facturas que nos cobran por el pésimo servicio. En otras sociedades ya habría multitudes en protesta por las calles, exigiendo la cabeza de los responsables.
Los actuales directivos esgrimen como explicación que la culpa es de administraciones anteriores, que dejaron caer el sistema eléctrico en un carnaval de corrupción e irregularidades.
Vamos, ¿creerán que somos pendejos? Salvo el periodo del gobierno de Fernando Lugo y el del golpista Federico Franco (que tampoco hicieron mucho por resolver el problema), las “administraciones anteriores” fueron de gobiernos colorados.
Es decir, siguen en manos de la misma claque política que ahora nos deja a oscuras, sin agua y sin aire, muertos de calor. ¿Y qué hicieron? ¿Y qué hacen ahora?
Hay distintas versiones acerca del colapso actual. Algunas plantean que los reiterados incendios de estaciones o explosiones de transformadores son parte de un sabotaje de los grupos sindicales, para no perder sus privilegios. Otras, que son promovidas por sectores del mismo Gobierno, para forzar a la privatización del servicio. Como sea, el gran perjudicado es el propio país.
A los ciudadanos no nos importan mucho las pujas políticas, sino que se restablezca y se mejore el servicio, porque como dicen en la calle: “Ndai gusto veima”.
UH – Por Andrés Colmán Gutiérrez
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